Las manchas alternan entre fluidez y contención
En esta pared, nueve obras se despliegan como ventanas hacia paisajes internos.
Cada una parece contener un clima propio: hay composiciones donde los azules, grises y violetas se diluyen en atmósferas frías, evocando espacios de recogimiento, y otras donde los naranjas y rojos intensos irrumpen como pulsos de energía latente. Algunas superficies se abren en campos de color amplios, mientras que otras concentran la materia en zonas densas, como si resguardaran memorias y recuerdos profundos.
Las manchas alternan entre fluidez y contención, creando tensiones que invitan a detener la mirada. La disposición de la serie genera un vaivén de intensidades, donde cada pieza responde
y se contrapone a la siguiente, igual que las emociones que se entrelazan en nuestro interior: calma que se interrumpe con impulsos súbitos, tensión que busca apertura.
No es una representación literal, sino un recorrido sensorial: la pintura como mapa emocional, cada trazo, cada textura y cada contraste de color actúa como coordenada de un territorio invisible.