TRANSMUTANTE
Aquí, todo se condensa.
El espectador se convierte en el punto central entre todas las obras.
El eje de un sistema vivo donde nada de lo experimentado en el recorrido es ajeno a la vida.
Al concluir este viaje, el ser se reconoce como parte de una trama más amplia que trasciende sus propios límites, es energía en movimiento, materia en transformación, memoria y posibilidad.
Consciente de la brevedad de su tránsito, comprende que el poder de su destino reside en la intensidad de cada instante.
En este centro, todo se enlaza: la obra, el espacio, el tiempo y él mismo, en un latido que no se extingue. Porque mientras haya conciencia, mientras el pulso continúe, todo puede cambiar y todo está por hacerse de nuevo.